Acarreos multitudinarios, manipulación ciudadana al por mayor, aprovechamiento de las necesidades básicas de los sectores marginados, uso de programas de desarrollo social con fines electorales, bombardeo publicitario masivo, parcialidad mediática y compra de votos...
Así es, de nuevo hay comicios en México.
Esto no sólo significa todas las artimañas a las que ya estamos acostumbrados, sino que debido a una pluralidad de factores, tanto legislativos como sociopolíticos, las elecciones intermedias de este año pintan ser aún más coloridas que las que hemos tenido que tolerar en el pasado.
Comenzando con la reforma política que tanto se usó como moneda de cambio el año pasado, nos encontramos ahora con un Instituto Nacional Electoral, que además de organizar las elecciones federales, supervisará, dará lineamientos y podrá hasta asumir directamente la realización de actividades que correspondan a los órganos electorales locales en función de sus elecciones (lo bueno es que México es una federación).
Por otro lado, y teniendo matices más demagógicos que democráticos, a nivel nacional se concretizan las candidaturas independientes.
¿Quiénes serán los valientes que luchen cuesta arriba contra los mismos partidos políticos que actualmente dominan el sistema en condiciones de radical desigualdad, teniendo que recabar una gran cantidad de firmas ciudadanas en un plazo corto, con recursos propios, sin acceso sensato a radio, televisión y recursos públicos? Una analogía con David y Goliat palidecería ante este escenario.
No sólo cambió el terreno, sino también los personajes: unos más golpeados y agonizantes que nunca, y otros que desde nuevas plataformas se suman a este moderno "Juego de Tronos".
Y es que apenas el año pasado, los principales partidos políticos sufrieron golpes tan severos que el resto de los contendientes hasta pudieran tener una verdadera oportunidad.
Comenzando con los casos de discriminación por clase, religión y raza a cargo de funcionarios y militantes del PAN, destacándose el que le dio la bienvenida al astro del futbol Ronaldinho, llamándole "simio" en redes sociales; sin olvidar la fiesta de algunos Diputados y operadores con presuntas "bailarinas de table dance" que resultó en la destitución del coordinador y vicecoordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados.
De gravedad mayor resalta la tragedia de Ayotzinapa, señalada por algunos como crimen de Estado, pero no sin notar que los Gobiernos municipal y estatal en su tiempo eran del PRD, pudiendo atribuírseles, en el menor de los casos, niveles de negligencia inéditos; mismos que hasta la fecha no han podido evitar el anarquismo delictivo desenfrenado que aterroriza a Guerrero.
Debido a esto, a la renuncia de su líder moral y fundador, Cuauhtémoc Cárdenas, y al cada vez más impopular Gobierno de Mancera, se pone en riesgo el bastión capitalino del PRD en lo que aparentaría ser un oportuno surgimiento de Morena como la principal fuerza política de izquierda.
Pero no olvidemos al PRI. Comenzando con Cuauhtémoc Gutiérrez, ex líder del partido en la Ciudad de México, a quien le fue descubierta una red de prostitución solventada con la nómina del partido; seguido del actuar del Gobierno federal, que además de dejar mucho que desear sobre las investigaciones de los casos Ayotzinapa y Tlatlaya, encontramos que la esposa del Presidente y el Secretario de Hacienda tienen relaciones comerciales con el grupo empresarial que ha ganado la mayoría de las licitaciones públicas en los Gobiernos de Peña Nieto.
Con candidatos independientes, nuevos partidos políticos, antiguos personajes abofeteados, y un vivo sentimiento nacional de inconformidad, no sería ilusorio tener un poco de esperanza electoral.